Contaba Aristófanes que, en un principio, la raza humana era casi perfecta. Los seres eran esféricos como naranjas; tenían dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas que utilizaban para desplazarse rodando. Estos seres podían ser de tres clases: uno, compuesto de hombre + hombre, otro de mujer + mujer y un tercero (el ‘andrógino’), de hombre + mujer.
Su vanidad les llevó a enfrentarse a los dioses creyéndose semejantes a ellos. Zeus los castigó partiéndolos por la mitad con el rayo; y mandó a Hermes que a cada uno le atara la carne sobrante en torno al ombligo. Ya repuestos, los seres andaban tristes buscando siempre a su otra mitad, y si alguna vez llegaban a encontrarse con ella, se enlazaban con sus brazos hasta dejarse morir de inanición.
Zeus, compadecido por la estirpe humana, ordenó a Hermes que les girase la cara hacia el mismo lado donde tenían el sexo: de este modo, cada vez que uno de estos seres encontrara a su otra mitad, de esa unión pudiera obtener placer y si además se trataba de un ser andrógino pudieran tener descendencia.
Desde entonces los seres humanos nos vemos condenados a buscar entre nuestros semejantes a nuestra media naranja con la que unirnos en abrazos que nos hagan más “completos”. Sin embargo, Zeus amenazó con cortarnos de nuevo en dos mitades -para que, así, caminemos dando saltos sobre una sola pierna-, en caso de que la raza humana no aprenda a respetar sus propios límites y a superar su peligrosa arrogancia.
¿Porque buscamos entonces la media naranja?
¿Por qué buscamos nuestra media naranja y no, por ejemplo nuestra media manzana? ¿O nuestro medio melón? ¿O nuestra media uva? Cuando alguien dice en su anuncio de “Busco mi media naranja” se está definiendo automáticamente como media naranja, una extraña visión de uno mismo que a mí particularmente siempre me sorprende. Pero aún sería más extraño que alguien buscara su media naranja y no se sintiera media naranja sino media manzana o medio plátano… eso rayaría casi en la perversión.
Admito que el limón es ácido, mientras que el amor, se supone, debería ser dulce, aunque el mundo está lleno de medios limones pegados con sufrida acidez a sus medios limones. Como quiera que sea que intentemos llamar al amor. Pero cuanto tiempo pasamos buscando a nuestra “media naranja” creyendo que esa persona va a complementarnos, hasta que llega un momento en el que nos damos cuenta que las naranjas a medias no funcionan, ¿Como unir dos mitades diferentes? Claro que no coinciden! Sin embargo intentamos e intentamos unirlas ejerciendo tal presión que el jugo se termina, las naranjas se secan y nunca lograron unirse.
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